El 19 de agosto de 1991, el núcleo duro del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) impulsó un golpe de Estado contra Mijaíl Gorbachov por sus reformas aperturistas, encarnadas en la Perestroika y la Glásnost. Los tanques salieron a las calles, pero la rebelión fue todo un fracaso por la oposición civil y el liderazgo de Borís Yeltsin, colocando la primera piedra en la lápida de un estado en horas bajas que terminaría desapareciendo en las Navidades de ese mismo año.