Sam Altman no suele dar titulares gratuitos, pero esta vez fue directo al mentón: “Estamos en una fase en la que los inversores, en general, están sobreentusiasmados con la IA”.
En una conversación larga con periodistas, incluida The Verge, el director ejecutivo de OpenAI comparó el momento actual con la burbuja de internet de finales de los 90: había un cambio real, gigantesco, que justificaba la emoción… y aun así el mercado se pasó de rosca.
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Hoy, con modelos que escriben código, generan video y pasan exámenes, el déjà vu es inevitable.
El diagnóstico de Altman: verdad + euforia = burbujaPara Altman, las burbujas nacen cuando “gente inteligente se entusiasma demasiado con una pizca de verdad”. La pizca, aquí, no es tan pizca: la IA generativa ya transformó cómo programamos, producimos contenido y hasta investigamos.
Pero del otro lado están las valoraciones que desafían la gravedad, rondas meteóricas y cheques a startups “con tres personas y una idea”. El propio Altman lo llama “insensato” y anticipa lo obvio: alguien, en algún momento, va a perder muchísimo dinero.
El espejo puntocom que nadie quiere mirar (pero todos deben)A fines de los 90, internet cambió el mundo… y aun así el Nasdaq se hizo añicos. El patrón que ve Altman es similar: tecnología con fundamentos sólidos y adopción real, mezclada con expectativas desbocadas.
¿La diferencia hoy? La infraestructura de IA es costosa como nunca: centros de datos, chips, energía, talento. Sube el listón para construir y también el tamaño del potencial bofetón si los ingresos no acompañan el hype.
“Bajará espuma, quedará marea”Altman no se pone apocalíptico. Su apuesta personal es que, a pesar del sobresalto, el balance neto para la economía será positivo.
Lo cree por dos motivos: primero, porque parte del gasto —empresas, consumidores— ya genera productividad tangible; segundo, porque las herramientas mejoran a ritmo brutal y abren mercados nuevos (software bajo demanda, agentes que hacen tareas complejas, copilotos especializados para todo).
Habrá proyectos que caigan, sí, pero también ganadores que se consoliden.
¿Y OpenAI? Entre el cinturón y la autopistaAunque admite la burbuja, Altman deja entrever que OpenAI está preparado para capearla. Tiene escala de usuarios, marca masiva y acuerdos empresariales que se están endureciendo.
Aun así, el subtexto es claro: sobrevivir al “desinfle” no depende solo de ser brillante, sino de ejecutar con disciplina, convertir curiosidad en contratos y demostrar ROI más allá de demos espectaculares.
Lo que deberían estar pensando fundadores e inversionistasSi eres founder, el momento pide foco brutal en ingresos recurrentes, retención y costos de inferencia. La magia de la demo ya no alcanza: hay que probar que el modelo sostiene márgenes cuando el tráfico escala.
Si eres inversor, separa ciencia de ciencia-ficción: ¿hay barreras reales (datos, distribución, IP)? ¿O tu tesis es “levanta ahora y ya vemos”? En una burbuja, la diferencia entre ola y espuma se decide en la caja.
El final no es el finLas burbujas no invalidan la tecnología que las provoca; solo ajustan expectativas. Internet sobrevivió al 2000 y nos dio la economía digital que hoy damos por sentada. Altman sugiere que con la IA veremos un guion parecido: volatilidad, limpieza… y luego, una base más sólida.
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La clave —para empresas y usuarios— será atravesar el ruido sin confundir fuegos artificiales con alumbrado público.